Desde ayer, en las redes sociales se ha hecho viral la Carta a un editor español del profesor Eduardo Subirats de la NYU.
"En esta carta, dirigida a un editor español, Eduardo Subirats (Dept. of Spanish and Portuguese, New York University) analiza las implicaciones ideológicas de la política de “corrección de estilo” de las editoriales españolas “importantes”, es decir, de aquellas que tienen una expansión comercial en América latina. E. Subirats critica, en primer lugar, el sometimiento de los editores españoles al Diccionario de la Real Academia Española (RAE), que adoptan como “suprema autoridad y dueño absoluto de las palabras que pueden o no pueden pronunciarse con legitimidad.” Asimismo, cuestiona la censura del uso de “americanismos” –sustituidos sistemáticamente por españolismos–, lo que constituye en su opinión una forma de apuntalar a la fuerza el control de la lengua española por parte de España mediante la uniformización y la masificación lingüísticas. E. Subirats critica la obsesiva españolización de los nombres de ciudades mundiales, actitud que considera un anacronismo de la edad imperial, cuyo poder de falsificación lingüística eliminó o adulteró los nombres de ciudades sagradas, deformó la denominación de regiones enteras y suplantó impunemente los nombres de los dioses y las diosas de América. Como señala E. Subirats: “[…] esta obsesión de cambiar, imponer, unificar y normalizar los nombres de las cosas, cuando ya no se tiene el poder de dominarlas, constituye una definición mínima de anacronismo.” Finalmente, Eduardo Subirats realiza una revisión crítica de la “traducción al castellano de los nombres de reformas en el pensamiento y la cultura, a los que el mismo tradicionalismo que sustenta la Real Academia les cerró violentamente el paso con inquisiciones y crímenes, y un reiterado ninguneo a lo largo de los siglos”. Como señala Subirats, Humanismus, Reform, Enlightenment, Droits de l’homme,Liberalism, Open society, etc., son algunos de esos nombres vertidos al castellano por signos que en la “realidad histórica de España” carecen rigurosamente de referentes, gracias a las estrategias de su “limpieza” teológica, étnica, política y también lingüística”.